La Casa Rudofsky: Un Tesoro Arquitectónico en Frigiliana y el Arte de Vivir Mediterráneo

“Las casas deben volver a ser, como en el pasado, instrumentos para la vida, no simples máquinas de habitar”.

Frigiliana, con sus casas encaladas y su encanto andaluz, esconde entre sus colinas tesoros que van más allá de la postal tradicional. Uno de ellos, quizás el más emblemático para los conocedores de la arquitectura del siglo XX, es “La Casa”, la residencia personal de Bernard Rudofsky. Esta obra no solo es un hito arquitectónico, sino también un manifiesto sobre cómo la arquitectura puede fusionarse con el paisaje y el “arte de vivir”, un concepto que resuena profundamente con el espíritu de Propaxar Frigiliana y lo que buscamos para quienes eligen este rincón de Málaga como su hogar.

La Visión de Rudofsky: Un Diálogo entre Arquitectura y Paisaje Frigilianense Proyectada en marzo de 1970, y firmada por su amigo José Antonio Coderch debido a que Rudofsky no tenía su título convalidado en España, “La Casa” es la indiscutible creación del propio Bernard Rudofsky. Concebida como refugio estival para él y su esposa Berta, esta vivienda es la culminación de su profunda exploración de la arquitectura mediterránea, enriquecida por una visión cosmopolita de las tradiciones vernáculas. Para Rudofsky, el Mediterráneo no era solo un estilo, sino una lección de vida, una filosofía que encontró en los montes bajos de Frigiliana, en el Cortijo de San Rafael y a un paso de Nerja, el lienzo perfecto.

Geometría y Sensualidad: Un Hogar Pensado para Ser Vivido Aunque profundamente respetuosa con lo natural, la propuesta de Rudofsky no renuncia a la intelectualización del espacio. Una retícula de 2,75 metros ordena el territorio, la casa y hasta la zona de la piscina, imponiendo una geometría que, paradójicamente, realza la esencia rural del lugar. Este orden es el contrapunto a un programa interior diseñado desde una perspectiva profundamente personal y sensual. “La Casa”, como la bautizaron Bernard y Berta, acoge espacios mínimos –dormitorio, estar, cocina-comedor y un pequeño estudio–, resultado de un análisis íntimo de sus hábitos y su forma de entender el confort, priorizando la experiencia sensorial sobre la pura funcionalidad.

Los límites entre el interior y el exterior se difuminan magistralmente. Rudofsky concibe las zonas no construidas como extensiones naturales de la vivienda, distribuyendo la casa en dos cuerpos conectados por un pórtico que él mismo definió como “un marco tridimensional del paisaje”. Se renunció a grandes movimientos de tierra, optando por delicados senderos de cerámica artesanal, una lección de humildad y sabiduría constructiva.

El respeto a la topografía no significa que la propuesta renuncie a la intelectualización arquitectónica del lugar. La retícula de 2,75 metros entre ejes ordena y escala el territorio. Dicha geometría se impone tanto al objeto construido, la casa, como al soporte natural y la zona baja de la piscina, constituyendo el tema principal de la intervención: la cuadrícula, se configura como uno de las aportaciones claves que este inmueble hace en la conformación del territorio conservando su esencia rural.

«La Casa» por definición, como Bernard y Berta Rudofsky bautizaron a su vivienda en Frigiliana, acoge un programa mínimo de un dormitorio, estar, cocina, comedor y un pequeño estudio, fruto de una diagnosis exhaustiva de una forma propia y única de vivir. Un análisis de sus propios hábitos diarios modela el proyecto, abarcando desde la propia posición de los cuerpos, la forma de dormir o de relacionarse, siempre desde una lectura sensual del habitar, frente a una posición racional o funcional.

Junto con esta fidelidad a los hábitos de vida de su morador, la vivienda recoge toda la tradición de la casa mediterránea. El proyecto difumina los límites de los espacios.

La casa refleja los objetivos de Rudofsky en el sentido de aprovechar el espacio al aire libre sin renunciar a la privacidad. Para ello, el autor difumina los límites de las estancias interiores e interpreta las zonas no construidas como expansiones naturales de la casa, que queda así distribuida en dos piezas a ambos lados de un pórtico entendido como “un marco tridimensional del paisaje”, según la definición del propio arquitecto.

El arquitecto renunció así a la artificiosidad urbanizadora de movimientos de tierras para manipular las cotas naturales en el diseño de jardines, limitando su intervención a delicados senderos realizados con material cerámico artesanal.

La Casa, protegida oficialmente por la junta de Andalucía como bién de interés cultural por su valor monumental desde 2011, está considerada como su testamento ideológico y vital.

Se puede decir que la arquitectura tradicional de Frigiliana, sin darnos cuenta, ha está estrechamente ligada a la obra de Bernard Rudofsky y su necesidad de ver la arquitectura como una disciplina integrada en el arte de vivir que es uno de los elementos más importantes de su legado.

Atento a los próximos artículos y te contaré otras sorpresas que esconde Frigiliana.