El legado de Bernard Rudofsky en la arquitectura de Frigiliana

14 de Febrero de 2021 Manuel Fernández

“Las casas deben volver a ser, como en el pasado, instrumentos para la vida, no simples máquinas de habitar”. 


Bernard Rudofsky (Moravia 1905-Nueva York 1988), autor del influyente tratado “Arquitectura sin arquitectos”




La casa Rudofsky se localiza en la provincia de Málaga, en el término municipal de Frigiliana. La parcela donde se sitúa forma parte del Cortijo de San Rafael, en la parte baja de lo montes de Frigiliana, en una zona muy cercana al término municipal de Nerja. A tan sólo tres kilómetros del litoral Mediterráneo su topografía, con una pendiente muy acusada oeste-este, es característica de la costa malagueña.

El proyecto para lo que sería su propia residencia en España está fechado en marzo de 1970. Bernard Rudofsky aparece como cliente y José Antonio Coderch de Sentmenat, amigo de Rudofsky, firma como arquitecto. Rudofsky no tenía su título convalidado en España y por tanto no podía figurar como autor del mismo. Sin embargo queda avalada la autoría de la obra por Rudofsky, autor indiscutible de esta obra, por los distintos documentos de la colección Rudofsky «The Bernard Rudofsky Estate» en Viena.



La vivienda que Bernard Rudofsky diseñó para disfrutar, junto con su esposa Berta, sus momentos de evasión estival representa el momento maduro de una exploración continuada de la arquitectura mediterránea, que acompañó la obra del autor tanto en su producción edilicia como teórica. Rudofsky entiende la enseñanza del mediterráneo en un contexto mucho más global, siempre enriquecida por su experiencia universal y diversa de lo vernáculo.

El proyecto parte del respeto al paisaje rural de la parcela y sus alrededores, conservando tanto la topografía abrupta como la vegetación original de olivos, pinos e higueras como soporte del proyecto, insertándose perfectamente en el paisaje. En la actualidad «La Casa» es difícilmente perceptible dado la consolidación de dicha vegetación. El mismo Rudofsky, trece años después de su finalización, es testigo de la consolidación de esa pantalla vegetal. Para ello, «La Casa» se construye en cinco niveles diferentes y respeta los árboles preexistentes en la parcela. La fidelidad a la vegetación autóctona y su protagonismo en la configuración del proyecto aborda aspectos funcionales tan interesantes como la protección de los vientos y de la luz solar directa, junto como servir de fuente natural de humedad.




El respeto a la topografía no significa que la propuesta renuncie a la intelectualización arquitectónica del lugar. La retícula de 2,75 metros entre ejes ordena y escala el territorio. Dicha geometría se impone tanto al objeto construido, la casa, como al soporte natural y la zona baja de la piscina, constituyendo el tema principal de la intervención: la cuadrícula, se configura como uno de las aportaciones claves que este inmueble hace en la conformación del territorio conservando su esencia rural.

«La Casa» por definición, como Bernard y Berta Rudofsky bautizaron a su vivienda en Frigiliana, acoge un programa mínimo de un dormitorio, estar, cocina, comedor y un pequeño estudio, fruto de una diagnosis exhaustiva de una forma propia y única de vivir. Un análisis de sus propios hábitos diarios modela el proyecto, abarcando desde la propia posición de los cuerpos, la forma de dormir o de relacionarse, siempre desde una lectura sensual del habitar, frente a una posición racional o funcional.




Junto con esta fidelidad a los hábitos de vida de su morador, la vivienda recoge toda la tradición de la casa mediterránea. El proyecto difumina los límites de los espacios.

La casa refleja los objetivos de Rudofsky en el sentido de aprovechar el espacio al aire libre sin renunciar a la privacidad. Para ello, el autor difumina los límites de las estancias interiores e interpreta las zonas no construidas como expansiones naturales de la casa, que queda así distribuida en dos piezas a ambos lados de un pórtico entendido como "un marco tridimensional del paisaje", según la definición del propio arquitecto.

El arquitecto renunció así a la artificiosidad urbanizadora de movimientos de tierras para manipular las cotas naturales en el diseño de jardines, limitando su intervención a delicados senderos realizados con material cerámico artesanal.

La Casa, protegida oficialmente por la junta de Andalucía como bién de interés cultural por su valor monumental desde 2011, está considerada como su testamento ideológico y vital.

Se puede decir que la arquitectura tradicional de Frigiliana, sin darnos cuenta, ha está estrechamente ligada a la obra de Bernard Rudofsky y su necesidad de ver la arquitectura como una disciplina integrada en el arte de vivir que es uno de los elementos más importantes de su legado.

Atento a los próximos artículos y te contaré otras sorpresas que esconde Frigiliana.


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